Este artículo contiene un mensaje que no estamos acostumbrados/as a oír: que prácticamente todo el sufrimiento humano y la agitación emocional seria son completamente innecesarios, y además van contra la ética. ¿Usted va contra la ética? Sí, cuando se provoca a sí mismo una ansiedad o depresión graves, está actuando claramente en contra de usted y está siendo desleal e injusto consigo mismo.

Su trastorno también afecta gravemente a su grupo social. Ayuda a provocar malestar en sus familiares y amigos/as y, hasta cierto punto, en toda su comunidad. El coste de provocarse sentimientos de pánico, depresión o ira es enorme. En tiempo y dinero perdidos. En esfuerzo malgastado innecesariamente. En angustia mental fuera de lugar. En el sabotaje a su propia felicidad y la de los demás. En el estúpido desperdicio de placer potencial a lo largo de la única vida, sí la única vida, que tendrá jamás.

La mayoría de la gente deseamos ser felices. Queremos sentirnos bien, evitar el dolor y conseguir nuestros objetivos. Para muchos, sin embargo, la felicidad parece ser un evasivo sueño. ¡De hecho, parece que los humanos se sienten mejor perturbándose y derrotándose a sí mismos! En lugar de sentirse bien, estamos normalmente preocupados, sintiéndonos culpables y volviéndonos depresivos. Nos venimos a abajo y nos sentimos tristes, heridos o auto compadecidos. Nos volvemos celosos, irascibles, hostiles y amargados o sufriendo ansiedad, estrés y pánico.

En la cumbre de los malos sentimientos, incluso actuamos de maneras autodestructivas.

Lo extraño de todo esto es que ¡la mayoría de este dolor se puede evitar! No tenemos por qué hacérnoslo a nosotros/as mismos/as. Los humanos podemos, créalo o no, aprender a elegir como nos sentimos y actuamos.

Tal como piensas, así te sientes

«La gente se perturba no por las cosas, sino por la visión que tiene de ellas». Vieja sentencia, procedente del filósofo del siglo I Epicteto – pero que se puede aplicar en la actualidad, también.

Los hechos y las circunstancias no causan nuestras reacciones. Provienen de cómo nosotros interpretamos las cosas que ocurren. De forma resumida, los pensamientos causan nuestros sentimientos y conductas. O, de forma más precisa, los hechos y circunstancias sirven de disparadores de los pensamientos, los cuales crean nuestras reacciones. Estos tres procesos se interrelacionan.

La mayor parte del sufrimiento y los trastornos psicológicos de los seres humanos son reacciones exageradas e innecesarias que pueden ser objeto de una reducción significativa. La irritación, la ansiedad y la depresión no sólo son innecesarias, sino que además, cuando alguien se permite cualquier tipo de trastorno emocional, está siendo injusto y desleal consigo mismo. El doctor Albert Ellis afirma que somos nosotros mismos quienes creamos nuestros propios sentimientos y optamos por pensar y sentir de maneras autopunitivas.

Mira por encima de tu hombro. Te darás cuenta que tienes a tu lado un compañero que te acompaña constantemente. A falta de un nombre mejor llámalo (Tu-Propia-Muerte). Puedes tener miedo a este visitante o usarlo en tu propio beneficio. De ti depende la elección.

Siendo la muerte una propuesta tan eterna y la vida tan increíblemente breve, pregúntate a ti mismo/a: ¿Debo evitar hacer las cosas que realmente quiero hacer?, ¿Viviré mi vida como los demás quieren que la viva?… Puedes temer tu propia muerte de forma negativa o usarla para ayudarte a vivir de modo positivo.

La próxima vez que tengas que decidir acerca de tu propia vida, hazte una pregunta muy importante: ¿Cuánto tiempo voy a estar muerto/a? Ante esta perspectiva eterna, puedes decidir ahora lo que prefieres, lo que eliges, y dejar a los que siempre estarán vivos las preocupaciones excesivas, los temores, la ira, la culpabilidad …

Si no empiezas a actuar de esta manera, ya puedes formularte la posibilidad concreta de vivir toda tu vida tal como los demás piensan que debería ser.

Ciertamente si tu estancia en la tierra es tan corta debería ser por lo menos agradable. En pocas palabras, se trata de tu vida: haz con ella lo que tú quieras.

 

 

Elena Marcello Santos

Psicóloga